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Anton Mussert: el fascista holandés humillado por Hitler

La Segunda Guerra Mundial tuvo en los Países Bajos unas consecuencias terribles. Tres cuartas partes de la población judía fueron prácticamente erradicadas en Holanda, que fue ocupada por los alemanes el 17 de mayo de 1940. Si bien suele asociarse a los habitantes de este país con una resistencia heroica frente a los nazis, lo cierto es que aquí, como en otras naciones, no faltó el colaboracionismo. Mussert fue, sin lugar a dudas, uno de los “traidores” más acreditados.


La vida del político holandés Anton Adriaan Mussert (1894-1946) va estrechamente ligada a la existencia del NSB, el Movimiento Nacional Socialista de los Países Bajos. Él mismo, junto con Cornelis van Geelkerken, fundaron este partido el 14 de diciembre de 1931, desarrollando su ideología a lo largo de los años treinta. En aquella época, la Gran Depresión hacía estragos en la sociedad holandesa; de hecho, fue uno de los países europeos más gravemente afectados, con problemas de desempleo y sobreproducción importantes, lo que devino un escenario ideal para la fatal emergencia del fascismo.



Anton Adriaan Mussert


Básicamente, el NSB rechazaba la democracia, defendiendo en su lugar un modelo autoritario contrario tanto al comunismo como al capitalismo. Era un partido fascista, inspirado más en el de Mussolini que en el nazi. De hecho, el partido de Mussert no era, al principio, antisemita, e incluso llegó a tener entre sus miembros a algunos holandeses judíos. Pasó de apenas 1.000 afiliados en 1933 a unos 36.000 en 1935. Fue ese mismo año cuando, tras participar en unas elecciones provinciales, el partido obtuvo casi el 8% de los votos, convirtiéndose en una amenaza para el resto de los políticos.


Dados estos resultados, el propio Hitler se interesó por el movimiento, e invitó a Mussert a Berlín para hablarle de cooperar en la lucha anticomunista. No obstante, a finales de los años treinta, el número de miembros del partido empezó a declinar, pasando de los 52.000 en 1936 a los 37.000 en 1939; la creciente preocupación por el carácter radical y paramilitar del partido y la difusión de su mala imagen ­­­por parte de la Iglesia y de la izquierda política, junto con la mejora de la situación económica de Holanda, fueron con probabilidad las causas de este suceso. Así pues, al estallar la Segunda Guerra Mundial, el NSB no era más que un movimiento aislado, prácticamente condenado al ostracismo.

Cartel del NSB

Cartel propagandístico del NSB


Pese a ello, Mussert contactó con la inteligencia alemana para discutir la anexión nazi de su patria, accediendo a secuestrar a la reina Wilhelmina. Por suerte para él, logró escapar cuando sus planes fueron descubiertos. Sería la primera de muchas traiciones a su gente. El 17 de mayo de 1940, Alemania invadió Holanda; automáticamente, el NSB saltó de nuevo al primer plano. La familia real holandesa se negó a aceptar la protección ofrecida por los nazis bajo el Reich, por lo cual tuvo que huir a Londres. Era el momento de Mussert y su partido.


El 23 de septiembre de 1940 se reunió de nuevo con Hitler, esta vez para proponerse a sí mismo como líder de Holanda –suponiendo que el Führer lo fuera de Europa. Como respuesta, el alemán sugirió que antes el país debía ser reeducado, es decir, nazificado. Mussert se mostró de acuerdo; deseaba conseguir una confederación europea, de la cual formara parte Holanda como territorio autónomo. El holandés creía que su país aún podía desempeñar un papel importante tras la victoria de los nazis, a pesar de estar por detrás de Alemania, y prometió a su pueblo una nación más fuerte.


Mussert y Hitler en una de sus reuniones


Nada más lejos de los objetivos del Führer; la mala imagen que gran parte de los holandeses tenía del NSB había llegado al conocimiento de los alemanes, que veían al partido como un obstáculo más que como una ayuda. Por otra parte, Hitler se arrepentía de su decisión de permitir al noruego Quisling obtener una posición política prominente en su país. Los verdaderos planes alemanes consistían en colocar en el poder al austríaco Albert Seyss-Inquart para posteriormente incorporar a Holanda al Reich –creían que los holandeses también era de raza aria. Seyss-Inquart, por tanto, fue nombrado “Comisario del Reich para los Países Bajos”, lo cual puso en evidencia la ingenuidad del traidor holandés.


De hecho, se ha dicho que Mussert no era una persona especialmente inteligente ni hábil en la política. Carecía de carisma y era un orador muy pobre; por si fuera poco, no parecía entender muy bien la naturaleza pérfida del nazismo. No resulta sorprendente, pues, que la mayoría de los holandeses lo viera sencillamente como la traición personificada.


Seyss-Inquart comenzó a gobernar por decreto, aboliendo una a una las leyes holandesas y avanzando en la germanización el país. Como en Alemania, los judíos fueron declarados enemigos del estado –el NSB se hizo entonces antisemita. Fueron abolidos los partidos políticos de izquierdas, y el gobierno se hizo con el control de los medios, que desde entonces se usarían con fines propagandísticos.

Albert Seyss-Inquart


En diciembre de 1941, Mussert, tras excluir a los judíos de su partido y reconocer el liderazgo de Hitler, llegó incluso a jurar lealtad al Führer. Sin embargo, este sólo concedió al holandés el privilegio de mantener en la legalidad al NSB, además de reconocerlo como el líder del pueblo de Holanda, un título simbólico, sin poder asociado alguno. Ese mismo año, el NSB reclutó a unos 20.000 hombres para luchar junto a los nazis en la famosa Operación Barbarroja. El total de muertos holandeses fue de unos 7.000, lo que provocó resentimiento en su patria.


Mussert había prometido proteger a su gente, y ahora los judíos estaban siendo perseguidos en Holanda. Su promesa de reeducar el país tampoco se cumplió. Peor aún, cuando Japón invadió las Indias Holandesas en abril de 1942, el traidor suplicó a Hitler que parara la ofensiva, pero este simplemente lo ignoró. Así las cosas, Mussert empezó a expresar su decepción en torno a las políticas de ocupación nazis, llegando incluso a decir que el NSB constituía la mejor resistencia contra los alemanes.


No fue hasta el 12 de diciembre de 1942 cuando Hitler, tras múltiples solicitudes, accedió a reunirse de nuevo con el holandés. En esa ocasión, el Führer declinó la propuesta de una “Nordic Federation”, pero aceptó nombrarlo “Leider”, que en holandés significa líder, pero que en alemán quiere decir “por desgracia”, burlándose una vez más del fascista. Un año más tarde, el 4 de diciembre de 1943, Mussert tuvo su última reunión con Hitler, en la que este le advirtió de que nunca le concedería ningún tipo de poder político. El traidor y su partido estaban totalmente solos: detestados en casa, rechazados por el Führer.


Una vez terminada la guerra, el 7 de mayo de 1945, el NSB fue declarado organización delictiva y prohibido. Mussert fue ejecutado en La Haya, acusado de alta traición. No sólo había incumplido la promesa de proteger a sus compatriotas, convirtiéndose en un traidor, sino que no fue considerado suficientemente radical por los nazis, siendo menospreciado tanto por unos como por otros. He aquí la historia de un traidor que acabó siendo traicionado.


Bibliografía


-Croes, M. “The Holocaust in the Netherlands and the Rate of Jewish Survival”. Holocaust and Genocide Studies, Research and Documentation Center of the Netherlands Ministry of Justice, 2006, pp. 474-499.


-Hamilton, L. A. “Dutch Resistance to the Nazis during World War Two”. University of Tennessee, Knoxville, 2003, pp. 1-35.


-Homan, G. D. “Patriotic Traitors: Dutch National Socialists in Peace and War”. Pro Rege, 1991, pp. 8-11.





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