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Avarico, un asedio en la Guerra de las Galias.

Cuando uno trata la Guerra de las Galias debe ser consciente de que la información que podrá extraer de las fuentes primarias es totalmente parcial. La historia la escriben habitualmente los vencedores y este es uno de esos casos donde más palpable y evidente se hace. La principal herramienta que nos ha quedado para documentarnos es el Comentarii de Bello Gallico de Julio Cesar, donde él mismo relata en tercera persona (tratando de parecer un simple observador) sus conquistas por tierras galas en clave política y propagandística. Evidentemente hay otras fuentes escritas, pero esta es la principal, y a ella hay que contraponerle los hallazgos arqueológicos.


La toma de Avarico el 52 a.C debe ponerse en el contexto de Roma tras la Segunda Guerra Púnica. La comunicación terrestre entre Roma e Hispania pasaba por la ciudad aliada de Marsella y se intentó consolidar el territorio constituyendo la provincia de la Galia Narbonensis. La zona, lejos de ser estable, presentaba a menudo conflictos con tribus provenientes del resto de las Galias o de Germania que hacían incursiones y saqueos para obtener botín. Roma no tenía necesariamente que conquistar el territorio de manera directa, por aquel entonces diversas ciudades, tribus o caudillos recibían títulos que los declaraban amigos de Roma y, a cambio de una constante influencia romana, ellos recibían protección ante otras tribus enemigas.


Cesar, por su parte, había sido nombrado cónsul (57 a.C) y gobernador de la Galia Cisalpina e Illiria en el 58 a.C.. A través de los cargos obtenidos, Julio Cesar comienza a acumular poder, no solo político, sino también económico, y termina de generar una red clientelar y de legiones a su mando que le permiten moverse con total libertad e ignorar, en parte, los mandatos del senado. Esto, que ya había mostrado síntomas en la creación del primer triunvirato, termina de revelarse a ojos de Roma. Los helvecios dieron a Cesar la excusa perfecta para marchar con sus legiones e ir sometiendo a los diversos pueblos uno tras otro bajo la bandera romana hasta que, en el 52 a.C., los duros impuestos y el deseo de vencer al invasor movilizaron a los galos bajo la autoridad de Vercingetorix.


El caudillo galo no era un enemigo común, todo lo contrario, resultó ser muy astuto. La táctica empleada por Vercingetorix consistía en debilitar las líneas de suministro romanas. Él tenía la idea de que la única manera de vencer a las legiones era hacer que estas murieran de hambre o aislarlas lo suficiente como para que su desventaja numérica fuera definitiva en combate. Vercingetorix demostró ser un buen conocedor de la dinámica romana puesto que golpeó en invierno, con Cesar lejos de la Galia y las legiones desperdigadas en fortines para pasar la época de las nieves. Dirigió sus incursiones de modo que abarcaba el máximo de territorio posible con el objetivo de unir el mayor número de tribus galas mientras los romanos tuvieran los pasos de las montañas bloqueados.


[1] … dicen: «Mientras la conspiración está secreta, se ha de procurar cerrar a César el paso al ejército; esto es fácil, porque ni las legiones en ausencia del general han de atreverse a salir de los cuarteles, ni el general puede juntarse con las legiones sin escolta. En conclusión, más vale morir en campaña, que dejar de recobrar nuestra antigua militar gloria, y la libertad heredada de los mayores. » [1] CAES. B.G. 7.1


Cuando al fin Cesar logró reunirse con sus tropas se vio obligado a alimentarlas con lo que tenía en el terreno. Dividía el ejercito para que éste recolectara a sabiendas que eso lo exponía a pequeñas incursiones galas que lo debilitaban aún más. Por si eso no fuera suficiente Vercingetorix empleó tácticas de tierra quemada, arrasando con cualquier granero o campo que pudiera servir al enemigo para recuperar fuerzas. El caudillo galo habría quemado la ciudad de Avarico si de él hubiera dependido, pero al estar su ejercito compuesto por tribus y muchos egos, tuvo que ceder a las peticiones de defender la ciudad que, bien mirado, era un autentica fortaleza y fácilmente defendible.


Avarico era una ciudad gala típica, en ella se había almacenado grano suficiente para mantener durante meses un ejército y era un símbolo de la resistencia gala. La ciudad estaba dotada por la naturaleza de un especial sistema defensivo pues el recinto amurallado se alzaba sobre una estribación rocosa en un inmenso pantano. Tenía únicamente un acceso por tierra firme en forma de embudo, lo que lo hacia ideal para cualquier acto defensivo. La muralla gala, construida mediante la técnica del murus gallicus, que consistía en la colocación de maderos en perpendicular recubiertos con piedra y fijados con clavos y púas de hierro, era especialmente resistente al fuego y los impactos de ariete.


En conclusión Avarico era un fortín prácticamente inexpugnable...pero no fue suficiente. Cesar observó las condiciones del terreno, analizó los muros de sus enemigos y se puso manos a la obra a sabiendas que no tenía muchas más opciones que hacerse con los víveres almacenados dentro de la ciudad. Como era imposible echar abajo aquella fortaleza pensó en como igualar las tornas de la batalla y mandó construir un terraplén de aproximación recubierto con manteletes para proteger a quienes trabajaban en ello. Pensó en la retirada pero ésta nunca llegó puesto que sus tropas lograron construir todo el arsenal de asedio a mayor velocidad de la esperada y pudo cargar contra los muros enemigos tras rechazar la caballería de Vercingetorix con la suya propia.


El terraplén tardó 25 días en estar operativo y necesitó de trabajos durante día y noche además de dos legiones permanentemente vigilantes y dispuestas a rechazar acometidas enemigas. Los galos, que eran buenos mineros, realizaron también acciones de zapa y quemaron en diversas ocasiones parte del terraplén, que sin embargo crecía día a día a pesar de eso o de la lluvia. En un último intento desesperado por salvar Avarico los galos reforzaron sus muros haciéndolos más altos para hacer inútiles las torres de asedio, pero fue en vano.


El final, no por menos esperado, deja de ser trágico. Vercingetorix recomendó abandonar la ciudad a través del pantano, bien conocido por sus guerreros, pero las mujeres de Avarico, presas del miedo debido a sus movimientos más lentos, evitaron que sus hombres abandonaran el lugar. Los galos fueron masacrados a pesar de querer defender hasta última hora su ciudad. De las 40.000 personas que vivían en Avarico apenas 800 pudieron escapar y llegar hasta el campamento de Vercingetorix en las afueras. Las tropas romanas mataron a mujeres, niños y ancianos sin ningún tipo de piedad, furiosos como estaban de haber pasado días y noches con hambre realizaron una autentica carnicería.


Bibliografía:


CAESAR, Julius, Comentarii de Bello Gallico. Traducción y notas de José Goya Muniáin, Barcelona, 1986.

GOLDSWORTHY, Adrian. En el nombre de Roma, Barcelona, 2003.

GOLDSWORTHY, Adrian. El ejército romano, Madrid, 2005.

SÁEZ, Rubén. Los grandes asedios de las legiones romanas, Madrid, 2009.

SUETONIUS. De vita Caesarum. Traducción de R.M. ª Agudo Cubas. Madrid, 1992.














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